En nuestros días, las emociones, que durante milenios han sido nuestras aliadas, se encuentran amenazadas de volverse obsoletas. Esta transformación proviene de un cambio rápido y reciente en nuestro entorno. A pesar de que, desde un punto de vista psicológico y neurológico, somos iguales a aquellos ancestros que vivían en grupos nómadas, el mundo actual ha evolucionado de manera significativa: un 95% de la población en Italia habita ahora bajo la influencia de los entornos urbanos.
El impacto de la urbanización en nuestras emociones
La vida urbana, con su constante entrega de bienes y servicios, junto con la saturación de información a través de medios y redes sociales, nos expone a una serie de retos sin precedentes. Los peligros ya no son concretos, sino abstractos: enfrentamos amenazas como ideologías, crisis financieras y ciberataques. Además, la dinámica de la vida moderna, desde los largos viajes diarios hasta el bombardeo de anuncios publicitarios, alimenta un sinfín de emociones negativas como el estrés, la ansiedad, la frustración y la alienación.
La discrepancia entre el entorno y nuestras necesidades emocionales
Esta creciente brecha entre nuestro entorno y nuestras necesidades emocionales fundamentales explica el auge de las emociones tóxicas. Por ello, es imperativo encontrar momentos para reconectar con nuestras raíces y permitir que nuestro cerebro emocional se reajuste. Actividades como cultivar un jardín, consumir productos orgánicos y locales, llenar nuestros espacios de plantas, disfrutar del sol, buscar la quietud, reducir las notificaciones en nuestros dispositivos móviles y pasar tiempo en la naturaleza son prácticas saludables recomendadas.
Prácticas saludables para un equilibrio emocional
Implementar hábitos que nos reconecten con la naturaleza y minimicen el impacto de la vida moderna en nuestro bienestar emocional es crucial. Organizar escapadas a la naturaleza, planificar paseos junto al mar o dormir al aire libre en las montañas son ejemplos de cómo podemos nutrir nuestro bienestar emocional y combatir la toxicidad emergente en nuestras vidas cotidianas.
La urbanización y su riesgo para la salud mental
Investigaciones recientes sugieren que en Europa hay una mayor incidencia de esquizofrenia en zonas urbanas comparadas con el medio rural. Si bien los factores ambientales no son la única causa de desórdenes psíquicos, cada vez se presta más atención a la ‘urbanicidad’ como un posible factor de riesgo para nuestra salud mental.
Reconocer y abordar el desfase entre nuestro diseño emocional heredado y las demandas de un mundo en constante cambio es esencial para mantener nuestro equilibrio emocional y salud mental. La adopción de prácticas que nos conecten con lo esencial y nos alejen del ruido y la prisa de la civilización puede ser un paso vital hacia una vida más plena y satisfactoria.
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