Con 38 años y recientemente enfrentando la pérdida de dos pilares fundamentales de mi vida, mi padre y mi abuela, con apenas cinco meses de diferencia entre cada evento, me encuentro en un punto de desolación. El vacío que han dejado es inmenso y, si bien mis tres hijos se convierten en la razón para seguir adelante, muchas veces siento que mi mundo ha perdido todo sentido. La culpa por sentirme abrumada me acompaña constantemente, haciéndome preguntar cómo es posible retomar el camino hacia la recuperación emocional.
El duelo: un proceso personal y único
Cada ser humano enfrenta el dolor de manera diferente. Perder a seres queridos de manera consecutiva es una prueba dura, que podría desestabilizar a cualquiera, especialmente cuando se trata de figuras tan cercanas y significativas como un padre y una abuela. Es fundamental, en estos momentos, reconocer y validar el dolor que uno siente, sin adjudicarse culpa alguna por experimentar este profundo sentido de pérdida.
La tendencia a autoinculparse por no manejar el duelo «de la mejor manera» es un obstáculo en el proceso de sanación. Entender que el dolor es legítimo y permitirse vivirlo sin reproches es el primer paso para comenzar a sanar.
La perspectiva del duelo en adultos
En la adultez, la pérdida de un padre o una abuela es, lamentablemente, parte del ciclo natural de la vida. Sin embargo, cuando sucede, puede dejarnos sintiéndonos desamparados y vulnerables, regresándonos a etapas de la infancia en las cuales éramos completamente dependientes de estas figuras protectoras.
El modo en el que nos referimos a nuestros seres queridos fallecidos, utilizando términos cariñosos como lo haríamos en la niñez, revela esa conexión profunda y el impacto significativo de su partida en nuestro mundo emocional. Es crucial reflexionar sobre estos aspectos para comprender a fondo nuestras reacciones y emociones frente al duelo.
Camino hacia la recuperación
Reconocer que el impacto de estas pérdidas ha sido devastador es el primer paso para sanar. No obstante, es importante también contemplar, con compasión y paciencia hacia uno mismo, el proceso de recuperación emocional. Buscar apoyo, ya sea en seres queridos o profesionales, puede ser de gran ayuda para reorientar nuestros sentimientos y comenzar a ver la vida con una nueva perspectiva.
Finalmente, recordar que el tiempo es un factor crucial en la sanación del corazón. Permitirse vivir el duelo sin prisas, entendiendo que cada pequeño paso es un avance hacia la recuperación, puede marcar la diferencia en cómo enfrentamos la vida después de una pérdida tan significativa.
Encarar el futuro con esperanza, aun en medio del dolor, es posible. Construir un legado en honor a quienes hemos perdido y encontrar nuevas maneras de sentirnos conectados con ellos puede brindarnos consuelo y fuerzas para seguir adelante. La resiliencia ante la adversidad define la esencia humana y nos permite encontrar luz incluso en los momentos más oscuros.
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